jueves, 23 de septiembre de 2010

Cuarte sesión del seminario. Segunda parte del libro Dios y el Estado de M. Bakunin. / Por José


Introducción

Con el ánimo de continuar con las discusiones y reflexiones desarrolladas en la sesión pasada de nuestro seminario, presentamos a continuación algunas anotaciones sobre los conceptos centrales que Bakunin desarrolla en el capítulo sobre “El Principio del Estado”, incluido en su obra clásica Dios y el Estado. En este texto presentamos a manera de enunciados algunos de los conceptos mencionados mas arriba, para seguir abriendo y construyendo el debate.

Sobre “El principio del Estado”.

1. Para Bakunin, la conquista es el punto de partida, el origen y la razón de ser de todos los Estados, de la forma Estado históricamente determinada. Desde las versiones mas arcaicas y absolutistas del gobierno político hasta la mas sofisticadas ideas de los Estados y democracias populares planteadas por algunas corrientes socialistas, pasando por los Estados democrático-constitucionales del liberalismo decimonónico, el Estado, como forma social, es un ente que debe su razón de ser a la conquista y por lo tanto a la subyugación de unos sobre otros, de una clase sobre otra. Los Estados grandes, imperialistas ejercen de hecho la conquista, mientras que los pequeños sueñan con poder ponerla en práctica algún día; la diferencia entre uno y otro es de grado, pero no de fondo.     

2. El texto continua: El Estado no es más que la organización del poder, y todo poder no tiene más fin que el dominio, la dominación y esta solo se hace más real y más efectiva cuando logra someter todo lo que se le obstaculiza, incluidos otros poderes. Los poderes de dominación no se toleran entre si, son mutuamente incompatibles y solo coexisten cuando ninguno de ellos tiene la fuerza suficiente para destruir o derribar a sus competidores y semejantes. Cuando existe un poder igual a otro, ninguno de los dos logra la omnipotencia; ninguno logra comprender todos los dominios de la vida y esto solo pone de presente la finitud de su propia fuerza, su impotencia. Por consiguiente, entre los Estados lo que existe es una guerra permanente, seguida de treguas mas o menos largas que solo le sirven para preparar sus fuerzas para confrontaciones venideras.

3. El Estado se presenta siempre como el objeto absoluto, el referente mayor a partir del cual se define lo moralmente bueno y lo moralmente malo. Sus epígonos declaran con cinismo que la razón de estado, su razón política, es diferente y superior a la razón y la moralidad del común de los humanos, está por encima de ellos y sus consideraciones; dicen así mismo, que servir a los intereses de esta razón de estado, de esta moral política, incluso dar la vida por ella, constituyen actos generosos, porque para ellos no hay nada mas altruista, perfecto, absoluto e incuestionable que el Estado. De esta forma, el Estado puesto encima de la moralidad humana, de las personas corrientes y de la sociedad misma, se convierte en una especie de dios de sangre, la expresión máxima de lo sagrado y de lo incuestionable, más allá del bien y del mal.

4. En Bakunin se desarrolla una interesante relación, compleja eso si, entre las dimensiones absolutas y relativas de la moral y las prácticas humanas. El autor es claro en que los absolutos universales, que comprenden a todas las especias, todos los tiempos y todas las regiones, son inválidos y metafísicos, contrarios a la experiencia y a la razón. En cambio, èl se pronuncia a favor de un absoluto restringido al ámbito de lo humano y por lo tanto, como la humanidad misma, de un carácter transitorio y provisional sostenido y organizado sobre un principio básico: “Que la esclavitud de un solo ser humano es la esclavitud de todos”.

5. Para Bakunin el ser humano es a la vez el ser de mayor desarrollo individual y el de mayor desarrollo social que se encuentra en la naturaleza. A diferencia de otras especies como las abejas o las hormigas, en las que los individuos están tan absorbidos por la colectividad que valen nada para sì mismos, los seres humanos son animales con gran libertad propia; esto es una característica que comparte con los animales feroces, de los cuales el ser humano es el mejor exponente. Sin embargo, su rasgo específicamente humano,  aquello que lo que lo diferencia cualitativa y fundamentalmente de los demás animales, es que es instintiva y necesariamente sociable: Su inteligencia, aquella que lo hace tan excepcional entre los demás seres, es un producto eminentemente social. Su pensamiento, su capacidad de formular conceptos y articularlos en un lenguaje, tienen como premisa la interacción con un mundo colectivo màs allá del propio individuo.

Como consecuencia del anterior racionamiento, Bakunin, sostendrá que son las relaciones interpersonales de los seres humanos entre si, lo que define la personalidad de los individuos. Y de ahí derivará su proyecto ético: Si alguien está rodeado de esclavos, incluso los amos, no pueden sino tener un reflejo de esclavitud en sus cabezas, ser esclavos ellos mismos. Por tanto, la condición necesaria para la libertad individual no es otra que la libertad de todas las demás personas, esto es, la libertad del resto de la sociedad.

6. La premisa de la libertad social, al mismo tiempo individual y colectiva, es la base para la moral “humana” que propone Bakunin. Si bien este proyecto está aun incompleto, ya diversas escuelas éticas han intentado desarrollar este precepto en sus concepciones particulares. Sin embargo, su defecto capital es que han separado artificialmente la libertad social en sus componentes primigenios, y por lo tanto, han basado sus sistemas morales en ideas exclusivamente individualistas o exclusivamente “socialistas”. La antigüedad clásica sería entonces una manifestación de lo segundo, en donde los ciudadanos (que muchos y muchas no eran) inmolaban su libertad a favor de los intereses de la colectividad; mientras que el surgimiento de las religiones monoteístas, marcaría el surgimiento de lo primero, el individualismo, bajo el signo de la idea de los “pueblos elegidos”. Mientras que los dioses antiguos, de egipcios, griegos y romanos no eran sino la manifestación ideal, suprasensible, del culto al Estado, el dios monoteísta, del judeocristianismo, en cambio, brutalmente egoísta y mezquino no exigió nunca un culto distinto al de él mismo.

7. Interpretando a Bakunin, podríamos que las religiones por lo general, sean estas seculares como el culto al Estado, sean estas trascendentales como la judeo-cristiana, no representan mas sino la decadencia, la negación de la moral humana: Al crear dioses ficticios, la religión no han hecho mas que arrojar la moral humana a la decadencia, no han proclamado la solidaridad sino en el pecado y la conquista, y no ha hecho mas que destruir la capacidad de los hombres y las mujeres concretas para diferencia la bueno y lo malo y actuar en consecuencia con esto en sus propias vidas.

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