“Soy un partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que fuera de esa igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, lo mismo que la prosperidad de las naciones, no serán más que otras tantas mentiras. Pero, partidario incondicional de la libertad, esa condición primordial de la humanidad, pienso que la igualdad debe establecerse en el mundo por la organización espontánea del trabajo y de la propiedad colectiva de las asociaciones productoras libremente organizadas y federadas en las comunas, mas no por la acción suprema y tutelar del Estado.”
-Mijail Bakunin[1]-
La historia de las clases explotadas, ha sido una lucha constante por la revolución y la emancipación de los diferentes sistemas sociales, económicos y políticos que han existido. Desde el mismo inició de la modernidad, ha habido pensadores y teóricos que han creado y nutrido de su sabiduría, teorías que han estado al servicio de los oprimidas y excluidas del sistema capitalista. Bakunin, el gran revolucionario ruso fortaleció las bases ideológicas y teóricas del Anarquismo. Estas ideologías habían sido enunciadas décadas atrás por Joseph Proudhon, pero fue Bakunin, quien dio vida y esperanza al anarquismo, a través de conceptos tan importantes, como el de colectivismo, que intenta fundar una sociedad libre, sin explotación ni clases sociales, sobre los cimientos de la solidaridad y el trabajo libre. De la misma manera, Bakunin sonó en una sociedad sin estado, demostrando en sus escritos, que éste y sus cuerpos represivos son innecesarios y que solo favorecen la explotación y enriquecimiento de unos pocos, que viven a costa de la mayoría.
Bakunin, profetizó la desgracia que traería a la humanidad, el comunismo autoritario, pues veía en éste, la continuación de la sociedad burguesa y la represión contra todo aquel que no representará los intereses del estado en manos del proletariado. “A veces injustamente, a veces con razón, cree ver en el marxismo, el embrión de lo que será el leninismo y luego su cáncer, el stalinismo”[2] diría Daniel Guerin. Pero, más allá del colectivismo, el anti-estatismo y el anti-autoritarismo, Bakunin se caracterizó por unir teoría y práctica, en una nueva praxis libertaria. Lo anterior se refleja en su participación, junto al pueblo, en los alzamientos de Praga contra las tropas imperialistas austríacas; en la revolución de los demócratas de Dresde contra el rey de Sajonia; y en la conformación, y posterior revolución, de la Comuna de París. Asimismo, Bakunin fundará la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, organización que inserta en Asociación Internacional de Trabajadores AIT, la Primera Internacional, se opuso a la dirección que el naciente Marxismo buscaba imprimirle al movimiento obrero. Este acontecimiento, tan importante en la historia del anarquismo, dará inicio a la configuración de un movimiento sólido, que se planteará el problema de la organización, el sindicalismo, el estado, la religión, la libertad, la ciencia y la educación, en la revolución social.
El colectivismo como forma de organización social y el Estado como obstáculo para la revolución social
El eje central de la propuesta anarquista de Bakunin, será el colectivismo, que buscará organizar la sociedad en federaciones libres y autogestionadas, sin la intervención del principio de autoridad y contra la forma Estado. El colectivismo, es otra forma de socialismo, diferente al mutualismo de Joseph Proudhon y el comunismo de Piotr Kropotkin. De esta manera, Bakunin pensará en una sociedad que distribuya los medios de producción por igual, a todos los individuos de la sociedad. Al respecto dirá Ángel Cappelletti “El socialismo que no podrá realizarse sino a través de una revolución proletaria, necesariamente violenta (dado los caracteres de la burguesía del estado), equivale a la toma de tierra y de los instrumentos de trabajo por parte de los trabajadores. Se trata de transferir a la sociedad (aunque no al estado) los medios de producción. Por otra parte todos los hombres estarán obligados a trabajar. A cada uno se le exigirá lo que según su capacidad, física e intelectual, sea capaz de dar; y a cada se ele retribuirá también de acuerdo con lo que efectivamente ha dado. Bakunin es así partidario del colectivismo, conserva en principio el sistema del salariado y del derecho exclusivo al fruto propio del trabajo."[1]
La afirmación anterior, se manifestará en las propias palabras de Mijail Bakunin, cuando hablará del sistema socialista: “Aquello que ahora exigimos es la proclamación nuevamente del gran principio de la Revolución francesa: que cada ser humano pueda poseer los medios materiales y morales para poder desarrollar así su humanidad, un principio que, en nuestra opinión, debe ser traducido en el siguiente problema: Organizar la sociedad de tal manera que cada individuo, hombre o mujer, pueda hallar, al entrar en la vida, medios aproximadamente equivalentes para el desarrollo de sus diversas facultades y de su ocupación laboral. Y organizar dicha sociedad de tal forma que haga imposible la explotación de algún trabajador, lo cual permitirá a cada individuo disfrutar de la riqueza social, la cual, en realidad sólo se produce por el trabajo colectivo; pero sólo para disfrutarla en cuanto él contribuya directamente hacia la creación de dicha riqueza.”[2]
Pero esa explotación del trabajador está ligada a la existencia misma del estado, pues es éste, el que permite la explotación de las clases explotadas por el capitalismo vulgar, que ha invadido la sociedad de miseria, desconcierto y destrucción. De esta manera, Bakunin entenderá que la abolición del Estado, es el primer paso hacia la nueva sociedad anarquista. El estado según Bakunin, es una “organización fundada sobre tres cosas detestables: burocracía, policía y ejército permanente, he ahí lo que constituye hoy el estado, añadirá, el cuerpo visible de la inteligencia explotadora y doctrinaria de las clases privilegiadas”[3] Pero Bakunin va más allá de esta concepción del estado y manifestará su ateísmo militante, pues verá en la iglesia, y su fetiche principal, la opresión y la autoridad más degradante. Al respecto dirá: “Desde el origen de la sociedad histórica hasta nuestros días hubo siempre y en todas partes explotación del trabajo forzado de las masas esclavas, siervas o asalariadas, por alguna minoría dominante; opresión de los pueblos por la iglesia y el estado.”[4]
La Alianza de la Democracia Socialista. Oposición a la dictadura del proletariado y formación de una internacional totalmente libertaria
Bakunin, fundó la Alianza de la Democracia Socialista en 1868, para agrupar las fuerzas revolucionarias que habían roto recientemente con la Liga de la Paz y la Democracia e insertarles en la naciente AIT, liderada por Karl Marx. La alianza se regirá sobre principios anarquistas y criticará el autoritarismo, la violación de la libertad de expresión y la continuación de la existencia del estado por los marxistas. Luigi Fabbri afirmará “Después de 1871, en el seno de la Internacional, que ya había conquistado para el socialismo el derecho de ciudadanía entre las ciencias económicas y sociales, en los Congresos memorables, que fueron verdaderos laboratorios de ideas, el problema de la libertad se hizo sentir más fuertemente, y se produjo la división, ya que se había hecho imposible la permanencia en el mismo hogar de las dos tendencias ya adultas y opuestas. Miguel Bakunin y Carlos Marx, dos colosos, sintetizaban la ciencia de ideas y de métodos entre el socialismo autoritario y el socialismo libertario o anárquico.”[7]
Por el contrario, Bakunin, deseará una Alianza totalmente Internacional, que reúna a las diferentes organizaciones obreras mediante la autogestión y la solidaridad. De esta manera, se preguntará “¿Has comprendido que dada la coalición formidable de todas las clases privilegiadas, de todos los propietarios, los capitalistas y los Estados del mundo, una asociación obrera aislada, local o nacional, aunque pertenezca a uno de los más grandes países de Europa, no podrá jamás triunfar y que por oponerse a esta coalición y para obtener ese triunfo no hace falta más que la unión de todas las asociaciones obreras locales y nacionales en una asociación universal, la gran Asociación Internacional de los trabajadores de todos los países?”[8]
Los principios que conducirán a la Alianza Internacional estarán fundamentados y guiados por principios libertarios. “Desde el punto de vista político y social, ellos tienen por consecuencia necesaria la abolición de clases y por ello la abolición de la burguesía que es hoy la clase dominante; así como la abolición de todos los Estados territoriales, de todas las patrias políticas y sobre su ruina, el establecimiento de la gran federación internacional de todos sus grupos productivos nacionales y locales. Desde el punto de vista filosófico, por buscar nada menos que a la realización del ideal humano, del bienestar humano, de la igualdad, de la justicia y de la libertad sobre la tierra, por convertir en inútiles todos los complementos celestes y todas las esperanzas de un mundo mejor, estos principios tendrán por consecuencia, igualmente necesaria, la abolición de los cultos y de todos los sistemas religiosos.”[9]
Comuna de París. Lucha y esperanza de los socialistas revolucionarios y antiautoritarios
La Comuna de Paris, encenderá una llama de esperanza en el espíritu libertario, pues en ésta se implantaron las bases del anarquismo, como la asociación libre y el antiestatismo. “El socialismo revolucionario llevó a cabo un intento práctico en la Comuna de París” dirá Bakunin, y añadirá “Soy un partidario de la Comuna de París, la que no obstante después de haber sido masacrada y sofocada en sangre por los verdugos de la reacción monárquica y clerical, no por eso ha dejado de hacerse más vivaz, más poderosa en la imaginación y en el corazón del proletariado de Europa; soy partidario de ella sobre todo porque ha sido una audaz negativa del Estado.”[10]
Lo anterior, demuestra la importancia en Bakunin, de este acontecimiento histórico que llevara a las fuerzas coercitivas del estado francés a reprimir y asesinar a los revolucionarios parisinos que intentaron cambiar un modo de vida desagradable y excluyente, por uno más satisfactorio. “La comuna por supuesto, fue ahogada en un baño de sangre. La verdadera naturaleza de la “civilización” que los trabajadores de París trataron de superar con su ataque contra los fundamentos mismos de la propiedad sociedad se mostró, una vez más, cuando las tropas del gobierno de Versalles reconquistaron París arrebatándoselo al pueblo”[11]reflexionará Noam Chomsky.
No obstante, hay que recordar que los sucesos de la Comuna de Paris, ocurridos en 1871, fueron una acción espontanea de las masas parisinas y no un proceso organizado, que llevó años en su realización como lo fue la Revolución Española. Los comuneros se mostraron convencidos que, en la revolución social, “la acción individual era casi nula y la acción espontanea de las masas debía serlo todo”[12]. “Contrariamente a ese pensamiento de los comunistas autoritarios…completamente erróneo, de que una revolución social puede ser decretada y organizada sea por una dictadura, sea por una asamblea constituyente salida de una revolución política, nuestros amigos, los socialistas de París, han pensado que no podía ser hecha y llevada a su pleno desenvolvimiento más que por la acción espontánea y continua de las masas, de los grupos y de las asociaciones populares”[13]asegurara Bakunin.
Por otro lado, en el poco tiempo que duró la Comuna de Paris, el pueblo parisino se gobernó solo, administró y fijó sus impuestos, y creó escuelas autogestionarias. Además, “los trabajadores de Paris, en 1871, rompieron el silencio y procedieron a abolir la propiedad, base de toda civilización. Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir la propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba a la expropiación de los expropiadores. Quería convertir la propiedad individual en una realidad, transformando los medios de producción –la tierra y el capital- que hoy son fundamentalmente medios de esclavización y de explotación del trabajo, en simples instrumentos de trabajo libre y asociado”[14]. La comuna de Paris fue un sueño desvanecido por las clases explotadoras francesas, en colaboración con el Estado y sus agentes criminales. Ellos masacraron la población, para defender los intereses del gran capital. No obstante, las experiencias revolucionarias y emancipatorias fortalecen y dan una voz de aliento al movimiento libertario mundial. “¿Qué han querido los hombres de París? A través de la emancipación del trabajo, la emancipación definitiva de la humanidad.”[15] reflexionará finalmente Mijail Bakunin.
[1] Bakunin, Mijail. El Patriotismo, la Comuna de París y la noción de Estado. Biblioteca anarquista Conciencia Libertaria. Kolectivo Conciencia Libertaria. Página 24. Disponible en forma digital en la página web anarquista www.kclibertaria.comyr.com
[2] Guerin, Daniel. El Anarquismo. Buenos Aires. Ediciones Utopía Libertaria. 2004. Página 51.
[3] Cappelletti, Ángel. La Ideología anarquista. Libros de la Araucaria S.A. 2006. Página 112.
[4] Bakunin, Mijail. Socialismo sin estado: Anarquismo. Ediciones La cueva. 2007. Página 2-3.
[5] Bakunin, Mijail. Dios y el Estado. Buenos Aires. Editorial Proyección, 1971. Página 44
[6] Ibíd. Página 81.
[7]Fabbri, Luigi. Crítica Revolucionaria. Biblioteca anarquista Conciencia Libertaria. Kolectivo Conciencia Libertaria. Página 21. Disponible en forma digital en la página web anarquista www.kclibertaria.comyr.com
[8] Mintz, Frank (Compilador). Bakunin. Crítica y Acción. Buenos Aires. Ediciones Utopia Libertaria. 2006. Página 84
[9]Ibíd. Página 87 - 88
[10] Bakunin, Mijail. El patriotismo, la comuna de Paris y la noción de Estado. Op.cit. Página 25.
[11] Chomsky, Noam. En Introducción al libro Anarquismo de Daniel Guerín. Buenos Aires. Ediciones Utopía Libertaria. 2004.
[12] Guerin, Daniel. Op. Cit. Página 63.
[13] Bakunin, Mijail. El patriotismo, la comuna de Paris y la noción de Estado. Op. cit. Página 27.
[14] Chomsky, Noam. Op. Cit.
[15] Bakunin, Mijail. Citado por Henri Arvon en el libro Bakunin. Absoluto y Revolución. Barcelona. Editorial Herder. 1975. Página 51.